lunes, 26 de marzo de 2012


      
INFECCIONES CAUSABAS POR BACTERIAS ANAEROBIAS

   Las bacterias anaeróbicas difieren de las demás bacterias en varios aspectos. Se desarrollan adecuadamente en áreas del organismo que tienen bajos valores de oxígeno (como el intestino) y en los tejidos que sufren un proceso de degeneración, particularmente las heridas profundas y sucias, donde otras bacterias no pueden vivir y adonde las defensas del organismo no llegan fácilmente. Las bacterias anaeróbicas no necesitan que haya oxígeno; de hecho, algunas de ellas no sobreviven en su presencia. Suelen causar infecciones que se caracterizan por la aparición de acumulaciones de pus (abscesos).
Cientos de especies de bacterias anaeróbicas viven normalmente y sin causar daño alguno sobre la piel y las membranas mucosas, como el revestimiento de la boca, el intestino y la vagina; en un centímetro cúbico de heces pueden existir varios miles de millones de bacterias. Si el ambiente normal de ciertas especies de bacterias anaeróbicas resulta alterado por la cirugía, un deficiente aporte sanguíneo u otro tipo de lesión, pueden invadir los tejidos del huésped, causando infecciones graves, incluso mortales.
Las bacterias anaeróbicas que provocan enfermedades incluyen los clostridios (que viven en el polvo, la tierra, la vegetación y el tracto intestinal de los humanos y de los animales) y los peptococos y peptostreptococos que son parte de la población bacteriana normal (flora) de la boca, de las vías respiratorias superiores y del intestino grueso. Otras bacterias anaeróbicas incluyen el Bacteroides fragilis, que forma parte de la flora normal del intestino grueso, y la Prevotella melaninogenica y el Fusobacterium, que forman parte de la flora normal de la boca.

Síntomas y diagnóstico

  Los síntomas de las infecciones anaeróbicas dependen del sitio en que se produzca la infección. Dichas infecciones consisten en abscesos dentales, infecciones de mandíbula, enfermedad periodontal, sinusitis crónica y afección del oído medio y abscesos en el cerebro, la médula espinal, el pulmón, la cavidad abdominal, el hígado, el útero, los genitales, la piel y los vasos sanguíneos.
Para diagnosticar una infección anaeróbica, el médico suele obtener una muestra de pus o de fluido corporal y la envía al laboratorio para su cultivo. La muestra debe ser manipulada con cuidado debido a que la exposición al aire puede destruir las bacterias anaeróbicas, volviendo inútil el cultivo.

Prevención y tratamiento

  Habitualmente una infección grave por bacterias anaeróbicas puede evitarse si una determinada infección limitada a un área específica recibe el tratamiento adecuado antes de extenderse. La limpieza profunda de las heridas, la eliminación de cuerpos extraños y la instauración precoz de antibióticos son importantes medidas de prevención. Para evitar la infección después de una cirugía abdominal, deben utilizarse antibióticos por vía intravenosa antes, durante y después de la misma.
Las infecciones de las heridas profundas suelen ser causadas por bacterias anaeróbicas; dichas infecciones se tratan principalmente drenando los abscesos y extirpando quirúrgicamente (mediante un proceso llamado desbridamiento) el tejido muerto. Como resulta difícil cultivar bacterias anaeróbicas en el laboratorio, el médico suele comenzar a prescribir antibióticos antes de conocer los resultados del cultivo. Las infecciones de heridas profundas contienen con frecuencia más de un tipo de bacterias, por lo cual se pueden administrar varios antibióticos por vía intravenosa al mismo tiempo. La penicilina se usa para las infecciones causadas por una mezcla de bacterias de la boca o de la garganta. Como las infecciones que se originan en el intestino suelen incluir Bacteroides fragilis, que es resistente a la penicilina, se utilizan otros antibióticos.

Infecciones por clostridios

  Muchas infecciones anaeróbicas son causadas por clostridios, que producen varias toxinas que dañan el tejido o el sistema nervioso.
Las infecciones por clostridios más frecuentes son las intoxicaciones de corta duración y relativamente leves, causadas por ciertos alimentos. Además, los clostridios pueden causar una inflamación que en ocasiones destruye las paredes del intestino grueso y delgado, una enfermedad llamada enteritis necrosante. A pesar de que esta infección puede ocurrir en un caso aislado, también puede hacerlo en forma de brotes causados por la ingestión de carne contaminada.
Los clostridios también infectan heridas. Infecciones mortales, como la gangrena cutánea y el tétanos, son relativamente raras pero pueden ocurrir si una persona está herida o se inyecta drogas. El botulismo se produce debido a la ingestión de alimentos contaminados con una toxina producida por ciertos clostridios.
Las infecciones por clostridios suelen producir enfermedades graves, que pueden complicarse debido a la destrucción de tejidos profundos. El riesgo de muerte es elevado, en especial entre las personas con cáncer y las de edad avanzada.

Tétanos

  El tétanos (trismo) es una enfermedad causada por una toxina producida por la bacteria Clostridium tetani.
Los espasmos de los músculos de la mandíbula reciben el nombre de trismo. Aun cuando es cada vez menos frecuente en los países desarrollados, el tétanos afecta a personas de muchas partes del mundo, en especial las que viven en países en vía de desarrollo.
Las esporas de Clostridium tetani pueden vivir durante años en la tierra y las heces de los animales. Una vez que las bacterias del tétanos penetran en el organismo de una persona, se puede producir una infección en heridas contaminadas tanto superficiales como profundas. Las personas con quemaduras o heridas quirúrgicas, así como las que se inyectan drogas, tienen un riesgo elevado de contraer tétanos. Después del parto, puede producirse una infección del útero de la mujer y del muñón umbilical del recién nacido (tétanos neonatal).
Mientras crecen, las bacterias del tétanos producen una toxina. Es esta toxina, y no las bacterias, la que causa los síntomas de infección.

Síntomas

  Los síntomas suelen aparecer entre 5 y 10 días después de la infección, pero a veces aparecen incluso ya a los 2 días o tan tarde como a los 50. El síntoma más frecuente es la rigidez de la mandíbula. Otros síntomas incluyen inquietud, dificultad para tragar, irritabilidad, dolor de cabeza, fiebre, dolor de garganta, escalofríos, espasmos musculares y rigidez de nuca, brazos y piernas. A medida que la enfermedad avanza, el enfermo puede tener dificultades para abrir la mandíbula (trismo). Los espasmos de los músculos de la cara producen la expresión facial de una sonrisa fija y las cejas elevadas. La rigidez o los espasmos en los músculos abdominales, el cuello y la espalda pueden causar una postura característica, en la cual la cabeza y los talones se desplazan hacia atrás y el cuerpo está arqueado hacia adelante. El espasmo de los esfínteres musculares puede ocasionar estreñimiento y retención de orina.
Ciertas molestias menores, como el ruido, una corriente de aire o el hecho de que la cama se mueva, pueden desencadenar espasmos musculares dolorosos y sudoración profusa. Durante los espasmos de todo el cuerpo, el enfermo no puede gritar, ni siquiera hablar, debido a la rigidez de los músculos del tórax o al espasmo de la garganta. Esta situación también impide respirar con normalidad y, en consecuencia, la persona no recibe suficiente oxígeno y puede morir por asfixia.
Por lo general no suele haber fiebre. La respiración y los latidos cardíacos se aceleran, y los reflejos pueden resultar exagerados.
El tétanos también puede limitarse a un grupo de músculos cercanos a la herida. Los espasmos cercanos a ésta pueden durar semanas.

Diagnóstico y pronóstico

  El médico sospecha la presencia de tétanos cuando una persona que se ha herido presenta rigidez muscular o un espasmo. A pesar de que las bacterias Clostridium tetani en ocasiones pueden cultivarse a partir de una muestra tomada de la herida, los resultados negativos no excluyen el diagnóstico.
El tétanos tiene un índice de mortalidad global del 50 por ciento. El desenlace fatal es más probable entre los muy jóvenes y los individuos de edad avanzada, así como entre las personas que se inyectan drogas. Es de mal pronóstico el empeoramiento rápido de la sintomatología o el retraso en el tratamiento.

Prevención y tratamiento


  Prevenir el tétanos mediante una vacuna es mucho mejor que tratarlo una vez que se ha manifestado. En los niños pequeños, la vacuna contra el tétanos forma parte de la serie que incluye las vacunas contra la difteria y la tos ferina. Los adultos deben recibir refuerzos de la vacuna antitetánica cada 5 o 10 años.
Una persona que sufre una herida, y ha recibido una dosis de refuerzo en los últimos 5 años, no necesita volver a vacunarse. Sin embargo, si no ha recibido una dosis en los últimos 5 años debe recibir una lo antes posible tras la herida. La persona que nunca ha sido vacunada o que no ha recibido la serie completa de vacunas debe recibir una inyección de inmunoglobulina antitetánica y la primera de las tres vacunas mensuales.
El cuidado de la herida incluye una limpieza inmediata y completa, especialmente en las heridas punzantes profundas, debido a que el polvo y el tejido muerto favorecen el crecimiento de las bacterias Clostridium tetani. Pueden administrarse antibióticos como penicilina o tetraciclina, pero ello nunca puede sustituir la escisión quirúrgica del tejido dañado.
La inmunoglobulina antitetánica se administra para neutralizar la toxina. Los antibióticos como la penicilina y la tetraciclina tienen la función de evitar una mayor producción de toxina. Además, se utilizan otros fármacos para sedar al enfermo, controlar posibles convulsiones y relajar la musculatura.
El paciente suele ser hospitalizado en una habitación tranquila. Los enfermos con infecciones de moderadas a graves deben recibir ventilación mecánica. La alimentación se realiza por vía intravenosa o a través de una sonda introducida por la nariz que llega al estómago. Suele ser necesario realizar un sondaje de la vejiga urinaria y del recto para eliminar los productos de desecho del organismo. El paciente debe ser sometido a frecuentes cambios posturales en la cama y además se le obliga a toser para prevenir una posible neumonía. Para reducir el dolor se administra codeína. También pueden administrarse otros fármacos para controlar la presión arterial y el ritmo cardíaco.
Como la infección del tétanos no inmuniza al organismo contra infecciones subsiguientes, una vez que el enfermo se recupera debe recibir toda la serie de vacunas.

Actinomicosis

La actinomicosis es una infección crónica causada principalmente por la Actinomyces israelii, una bacteria que puede estar presente en las encías, los dientes y las amígdalas.
Esta infección hace que se formen abscesos en varios sitios. Presenta cuatro variedades y, por lo general, afecta a los varones adultos. Ocasionalmente la actinomicosis puede afectar a las mujeres que usan un dispositivo intrauterino (DIU) como método de contracepción.
La forma abdominal se produce al tragar secreciones bucales contaminadas por las bacterias. La infección afecta a los intestinos y el revestimiento de la cavidad abdominal (peritoneo). Los síntomas más frecuentes son dolor, fiebre, vómitos, diarrea o estreñimiento y una grave pérdida de peso. En el abdomen se forma una masa y es posible el drenaje del pus hacia la piel a través de fístulas que conectan dicha masa con la pared abdominal.
La forma cervicofacial (llamada mandíbula en grumos) suele comenzar como un pequeño abultamiento, plano y duro, que se forma en la boca, sobre la piel del cuello o debajo de la mandíbula. Este abultamiento puede causar dolor. Posteriormente, se forman áreas blandas de donde sale un líquido cargado de pequeños gránulos ondeados y amarillentos parecidos al azufre. La infección puede extenderse hacia la mejilla, la lengua, la garganta, las glándulas salivales, los huesos del cráneo o del cerebro y su revestimiento (meninges).
La forma torácica provoca dolor en el pecho, fiebre y tos con esputos. Sin embargo, estos síntomas pueden no aparecer hasta que los pulmones estén gravemente afectados. Se producen trayectos fistulosos que pueden llegar a perforar la pared del pecho, lo que permite que el pus salga a través de la piel.
En la forma generalizada, la infección presente en la sangre llega a la piel, las vértebras de la columna, el cerebro, el hígado, los riñones, los uréteres y, en las mujeres, al útero y los ovarios.

Diagnóstico

Los síntomas, los resultados de las radiografías y el aislamiento de la bacteria Actinomyces israelii en las muestras del pus, esputo o tejido ayudan al médico a establecer el diagnóstico. En algunas infecciones intestinales, no es posible obtener una muestra, por lo que es necesario recurrir a la cirugía para establecer el diagnóstico.

Pronóstico y tratamiento

La mandíbula en grumos es la forma de actinomicosis más fácilmente tratable. El pronóstico es peor en las formas torácica, abdominal y generalizada. Sin embargo, es mucho peor en los casos en que el cerebro y la médula espinal resultan afectados: más del 50 por ciento de los afectados con estas infecciones presentan lesiones neurológicas y más del 25 por ciento fallecen.
Los pacientes, por lo general, mejoran lentamente con tratamiento, pero suele ser necesario administrar antibióticos durante meses y llevar a cabo varias intervenciones quirúrgicas. El drenaje quirúrgico de los abscesos de gran tamaño y el tratamiento antibiótico con penicilina o tetraciclinas pueden tener que continuarse durante varias semanas después de que los síntomas hayan desaparecido. 



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